Urbanismo feminista y ordenación del territorio
La perspectiva de género se cuela en todas partes. En este caso, para ayudarnos a tener unas ciudades más amables y aptas para todo el mundo.
Vamos a aclarar algunos conceptos y a conocer ejemplos. Acompañadnos en este post con mucho ladrillo pero también pintura, árboles y paseos.
¿Qué es el urbanismo?
Según Wikipedia, el urbanismo “es el conjunto de disciplinas que se encarga del estudio de los asentamientos humanos para su diagnóstico, comprensión e intervención”, es decir, organizar los edificios y espacios de una ciudad acorde con el marco normativo. Básicamente, sacar el máximo partido al espacio (para almacenar personas) cumpliendo con la ley.
¿Qué es la ordenación del territorio?
Se trata del análisis de los recursos naturales y humanos con que cuenta un espacio geográfico para maximizar sus rendimientos y paliar deficiencias. Digamos que es el hermano bueno del urbanismo. En general deberían ir de la mano, y buscar maximizar rendimientos no debería estar reñido con el uso de los recursos naturales, pero claro. Depende mucho de a quién (o a qué) pongas en el centro, quién sea tu sujeto principal.
En la mayoría de países, durante mucho (demasiado) tiempo ha sido el coche. ¿Has pensado alguna vez que en tu calle viven más personas que coches? Pues a la hora de movernos, los automóviles cuentan con mucho más espacio que las personas.
¿En qué consiste el urbanismo con perspectiva de género?
A mediados del siglo pasado, cuando se definió y se construyeron las ciudades en las que vivimos hoy en día, eran los hombres (ricos con acceso a un coche) los que tomaban todas las decisiones, por ello nos vemos como nos vemos. En consecuencia, surgió un movimiento feminista (con la idea radical de que las mujeres también somos personas, como decía Angela Davis) que buscaba poner a las personas (a todas) en el centro.
“Las calles actuales fueron pensadas para que los hombres condujesen al trabajo”, explicaba la ingeniera Eva Kail especializada en urbanismo feminista en una entrevista a El País. “Las urbes actuales fueron pensadas por hombres para que otros hombres condujesen por ellas a su trabajo. Las calles se visualizaban como lugares de paso y no como espacios de uso y disfrute. Desde hace años, estamos intentando cambiar esas ideas”, incide la urbanista, que desde 1986 trabaja con el Ayuntamiento de Viena introduciendo el género en el planeamiento de la ciudad.
El urbanismo feminista incluye tener en cuenta la movilidad y el uso del espacio por las personas que realizan cuidados, en general, mujeres.
Desde ir a la compra (algo a lo que se suele ir a pie), como a llevar a los hijos al colegio o a pasear un rato con los abuelos. Son tareas (y por qué no, también ocio) que no se tenían en cuenta y dejaban atrás a una grandísima parte de la población porque no eran económica y directamente productivas. Tener en cuenta a todas esas personas, no solo devuelve espacios a quienes los merecen, sino que abre la posibilidad de que sean ocupados por personas a las que tradicionalmente no se le han asignado esos roles: los hombres.
Urbanismo feminista, el ejemplo de Viena y Barcelona
Vale, pero y esto, ¿cómo lo aterrizamos? No partimos de cero, tanto Viena como Barcelona son dos referentes en cuanto a urbanismo feminista se refiere.
- El caso de Viena
Desde 2013 lleva en absoluta transformación. Mariahilfer, una calle como podría ser cualquiera (llena de coches) ahora es el máximo exponente del urbanismo amable. Un espacio completamente peatonal en el que conviven peatones (locales y turistas), ciclistas y ocasionalmente algún vehículo por necesidad.
Esa transformación no fue fácil ni bien aceptada desde el principio, el avance no siempre es bien recibido y salir del egoísmo del coche y abrazar la solidaridad peatonal no es fácil.
De hecho, la Calle Preciados, la milla de oro de Madrid, en su día estuvo llena de coches y muchos se oponían a su peatonalización, algo que hoy en día sería indefendible.
Viena comenzó su tránsito a una ciudad fácil y acogedora para quienes habían estado desplazadas hace años, gracias a lo cual se han ido generando espacios y adeptos a este nuevo concepto, de hecho, hoy en día, Viena está considerada como una de las mejores ciudades para vivir.
- El caso de Barcelona
Barcelona es vanguardia, y así el Ayuntamiento de Barcelona avanza hacia un modelo que favorezca las relaciones sociales, que fomente el comercio de proximidad y que ponga en el centro las necesidades de niños y niñas y personas mayores de la ciudad.
Con este objetivo, se desarrolló el programa Superilles, que prioriza la pacificación (reducción de la velocidad) de calles en las que el peatón y la movilidad sostenible tienen el peso principal.
La idea de las Superislas es crear pequeñas slow cities en grandes urbes, gracias a manzanas interconectadas y peatonales en las que en 15 minutos (sin coger el coche) puedes tener acceso a la mayoría de servicios necesarios.
Se crean espacios más verdes y se favorece la interacción ciudadana y el comercio. Las del Poblenou, Sant Antoni y Horta son experiencias consolidadas. Han mejorado indicadores como la contaminación y la actividad comercial.
Para Xavi Matilla, el arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona, la crisis sanitaria “ha sido la constatación de la necesidad de cambiar el paradigma y el modelo de espacio público que tenemos en Barcelona y en general en todas las ciudades”. Según sus palabras para Equipamiento y Servicios Municipales, “ha sido una especie de lente de aumento a través de la cual hemos tomado conciencia de la importancia de ubicar la salud como un eje central de las políticas urbanas en general y específicamente en las políticas urbanísticas tomando conciencia también de la emergencia climática”.
La narración masculina derivó en una segregación de la urbe dejando el espacio público para el trabajo y los hombres (y sus coches) y relegando a las mujeres a la casa. A las mujeres se las expulsó de las calles. Para saber más sobre urbanismo feminista y cómo retomar ese espacio, un maravilloso sitio por el que empezar es el libro Urbanismo Feminista de Col·Lectiu Punt 6: “Una ciudad cuidadora que subvierta el actual orden de prioridades, superando la dicotomía privado o público, mediante el diseño de entornos que pongan en el centro las necesidades de una población diversa y compleja, que sean sostenibles en términos sociales y ambientales, y donde las decisiones políticas y estratégicas estén en manos de sus habitantes”. Sin duda, merece una lectura.